5.11.12

UNA PIECITA EN ECUADOR




No hubo mañanas
Ni tardes
Ni lluvias.
Solo noches azules
Vividas en una piecita de Ecuador
Bajo solitarias estrellas.
Ella colocaba la cortina
Como un harapo de vanidad,
Un telón que estaba muerto
En un teatro olvidado,
Esa cortina que nos defendió
De malarias impensables,
De los bichos más bravos
De la selva,
Que de alguna manera
Hizo que nuestra soledad
Fuera más latinoamericana.
Con todos
Esos colores
Que eran tan
nuevos para nosotros.
Con todas esas mascaras
De la recepción
Que nos hacían preguntas
De entre las sombras.
Sombras de humo
Que desaparecían
Bajo el parpado de un mono.
Había una sensación
De aventura eterna,
Que empezó con el amor,
Y termino abandonada
Como una pileta municipal
En invierno.
Entonces los viajes
Por esos baldíos interiores
Tan propios y  secretos
Llenos de piedras sin brillo
Y arbustos sin vida
Nos llevaron por
Serpenteantes desiertos
Donde las estaciones de servicio
Eran enormes piramides incas
Y los remolinos
Empezaban a bailar
Al asomar la cabeza
El día.